La sociedad peruana está alcanzando un nivel de polarización que ya hemos observado en otros países durante la década pasada; es un fenómeno mundial. Esta vez me impacta más porque estoy viendo bastante de cerca a conocidos de toda la vida caer en un juego que no se cómo acabará
La polarización es un fenómeno social bastante común. No sucederían guerras civiles sin un correspondiente clivaje social, y la historia presenta bastantes capítulos de estas. Obviamente, no toda instancia de un mismo fenómeno es calco y copia. La que estamos presenciando hoy tiene sus particularidades, más que nada por las tecnologías de la información del siglo 21. Y más que mencionar el rol que puedan tener las instituciones, la situación socioeconómica o la coyuntura política, lo que quería destacar de la polarización es el efecto que esta tiene sobre los individuos.
A nivel personal, esta película ya la he visto antes. El año pasado compartí el piso brevemente con un tipo buena onda que había perdido su trabajo por la pandemia. No supo llevarlo muy bien y comenzó a buscar explicación a sus problemas. La realidad terminó siendo mucho más grande que su capacidad de comprender y asumió la posición de que el Covid-19 era mentira y que los sistemas de salud estaban montando un teatro como parte de un plan global de reducir la población. Nunca le terminé de convencer sobre el estado verdadero de las cosas, sólo dejamos de discutir sobre el tema. Otro compañero de piso no tenía la misma paciencia que yo y lo trataba con insultos. Fue realmente una señal de que todo aquello de lo que había leído ya me estaba alcanzando.
Me sentí abrumado por tener alguien tan radical y tan de cerca. En general, la experiencia fue muy similar a las películas de zombies. Las primeras escenas presentan un mundo normal, pero si prestas especial atención a los televisores en el fondo del encuadre o periódicos tirados sobre la mesa de noche, se pueden observar muy brevemente reportajes sobre la aparición de zombies en algún lugar remoto, muy lejos de los personajes principales. Unos actos después el vecino se enferma y comienza a actuar de forma sospechosa. Cuando ya es muy tarde para los héroes, los personajes de reparto caen y se transforman en zombies. En mi caso, los zombies vendrían a ser radicales negacionistas del Covid-19, o radicales de extrema derecha.
Fuera de la película, una parte no insignificante de los peruanos piensa que Pedro Castillo alcanzó la presidencia gracias a un súper despliegue de personeros y voluntarios que coparon las mesas de sufragio y así lograron secuestrar los votos que iban para su rival. No voy a elaborar acá las refutaciones que existen para sus acusaciones, lo que quiero hacer es hacer hincapié en el proceso de radicalización por la que está pasando gran parte de la población que los hace terminar creyendo en la historia del fraude.
Evidentemente, la polarización tiene causas socioeconómicas. Sólo basta con analizar las visiones de país que tienen los dos candidatos, las cuales son totalmente incompatibles. Estas diferencias ideológicas se vuelven mucho más irreconciliables cuando se convierten en diferencias epistemológicas. Ya no hay solamente una diferencia de creencia de ideas, si no también se está comenzando a creer en versiones conflictivas sobre los mismos hechos.
No puedo evitar ofrecer la explicación más sencilla a nuestros problemas: la tecnología. Por supuesto que hay otras razones por las que no podemos entrar en acuerdo sobre hechos fundamentales, pero a estas alturas tan tempraneras del partido lo que tengo conmigo son las causas más conspicuas.
Lo más evidente es que existe una cantidad enorme de noticias falsas (Fake News). Los peruanos ya no consumimos solamente información verificada por profesionales entrenados en la ética de su labor, sino que ahora hay una mayor probabilidad de que nuestra atención caiga sobre el trabajo de cualquiera que se tome el trabajo de producir contenido. Además, lo que la gente suele compartir más no es necesariamente lo más certero, si no lo que despierta más la emoción, ya sea alegría o ira. Lo viral no es veraz, y por lo tanto la verdad no suele alcanzar a la mayoría de personas que no se han preocupado por regular su dieta de información.
También se conoce mucho sobre el efecto cámara de eco (Echo Chambers): esos espacios personales y digitales en los que podemos caer inadvertidamente cuando dejamos de seguir (o bloqueamos) a todos aquellos con los que no estamos de acuerdo. El resultado es la falta de acceso a ideas no solamente contrarias, sino también diversas. En estos “espacios seguros” donde escasea la crítica y el debate, es donde se muere el intelecto.
Los grupos de chat, ya sea en Whatsapp, Telegram o Discord, son otros grandes aceleradores de radicalismo. La principal motivación por la que la gente se une a estos grupos es la necesidad de pertenecer a una comunidad y poder contrarrestar sentimientos de soledad, cosa que ha aumentado de forma significativa durante la pandemia. Estos grupos presentan oportunidades para formar relaciones más directas que en espacios más abiertos como en Twitter o en foros. Estos grupos de chat tienen una enorme capacidad de radicalización y crean sus propios conceptos que obligan al participante a aprender un vocabulario para poder participar en la conversación. Si bien, este efecto no es exclusivo de los espacios digitales, con el uso repetitivo de dicho vocabulario se termina por convencer y reformar la ideología de los individuos. Entre algunos ejemplos podemos encontrar el mal usado “terruqueo” o la referencia barata a la “prensa mermelera”.
También se está consolidando un proceso de descentralización de influencias. Ya los más jóvenes están dejando de lado las personalidades de televisión y reemplazándolos por personalidades en redes sociales como Youtube o podcasts que son carismáticas, accesibles y auténticas. Estas pequeñas celebridades también pueden exacerbar el problema de la polarización, pues como responden a señales de validación, basta que una minoría de su audiencia responda bien a un comentario atrevido para que la próxima vez el autor se anime a decir algo más picante. Así sucesivamente, estos avances en atrevimiento atraen a gente más radical. Lo que termina por suceder es que el creador de contenido se va radicalizando paulatinamente y en el proceso arrastra a su audiencia aún no radical.
He podido percibir estos fenómenos durante la campaña electoral peruana y puedo decir que se da en mucho menor medida que en el caso norteamericano. Ahí, sucesos como el Pizzagate y la toma del Capitolio se construyeron sobre un ecosistema de semiótica mucho más amplio y una infraestructura de foros y blogs más desarrollada.
Aún así, no se puede bajar la guardia. Ya existen suficientes paralelos para preocuparnos. Lo primero que le viene a la cabeza a uno que trate de encontrar coincidencias es el rol incendiario de Willax; su contraparte americana Fox también se dedica a producir noticias falsas y a invitar a figuras controversiales que, si bien moderan posturas ante audiencias televisivas, sus modus operandi en el ciberespacio es uno de esparcimiento del odio. Más allá de eso, otra característica que nuestras derechas comparten son las constantes cacerías de brujas, ninguna de ellas aceptable y muchas de ellas enfocadas en las personas inadecuadas.
Esta nueva ruptura de nuestra fábrica social se agrega a otras que ya existían entre nosotros, quizás esta será menos duradera, no lo sé. Lo que sí sé es que si la radicalización de este sector continúa, muy prontamente su retórica se colara dentro de nuestras conversaciones del día a día. Los radicales, en su afán por defender sus posturas se parcializarán tanto que presentarán afirmaciones tan aberrantes de las cuales ya no hay retorno. El rechazo de los que aún permanecemos cautelosos los hará retirarse de nuestros espacios físicos y aislarse detrás de sus pantallas donde solo interactúan entre ellos mismos. Será difícil recuperarlos. Por supuesto, no estoy diciendo que todos los que se han comprado la denuncia del fraude terminarán invadiendo el congreso. Como en los EE.UU., habrá un gran sector que continuará creyendo que la elección fue amañada, pero solo una diminuta minoría será la más involucrada.
Para terminar, quiero repasar unos breves consejos que nos ayudarán a evitar caer en extremos: no hay que sentirnos apurados por formar un juicio sobre un evento, evaluemos información de forma proactiva y no reactiva, y dejemos de seguir a aquellos que difundan noticias falsas.